Y viene
algún robot
despistado
a revisarme
e indexarme
para que otros
me puedan encontrar.
Y mi monstruo
// el de la nevera
se esconde
y se pregunta
si es posible
que un rastreador ruso
// estadounidense o alemán
entienda
realmente
lo que él no se atreve
a decir
y por eso escribe.
Y sonríe,
porque se los imagina
como los animales
de los cuentos de Beatrix Potter
de vidas laboriosas,
tomándose un descanso
para leer este diario discontinuo
y sin terminar.
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