Si tuviese que describirte
diría
que fuiste azul
turquesa
como el mar mediterráneo
en primavera.
Y tal vez
si me concentro y hago memoria
recuerde el rosa
furcia
de tus sonrisas,
de dientes tuertos
llenas de alegría.
Sabías
si mis neuronas no me engañan,
tras años
de no probarte,
a cerezas verdes
y mango maduro.
Tu tacto,
como el de cualquier amante
que se precie
de volver a ser servida,
era suave
y pegajoso
como el algodón de azúcar
que se derrite entre los labios
y nunca llega a la boca.
Tu amor...
en algún momento lo definí
como interminable,
y sin embargo
murió
antes de empezar
la adultescencia.
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