martes, octubre 21, 2008

Ataduras.

Cincuenta y tres minutos pasan. El tiempo se funde en mi teléfono. Conectada a este apendice que no llega a conseguir que te toque. Un abrazo se me escapa y no estas para recibirlo. Movimiento que se propaga; un sonido. Te oigo, al otro lado. Respiras. Esta hebra de ondas que nos ata a un lugar lejano, maldito, eterno y querido.
Cincuenta y tres minutos sin estar contigo. Sintiéndote cerca, viviendo lejos. Enlazada a ti por este juguete tecnológico. Dependencia en el averno. A veces lo miro. Lo odio. Me tiene enganchada; es droga. Contra la soledad el antídoto. Tierra no habitada más que por vibraciones de aire; por suspiros. Privación física, contacto psíquico. Despojos de ternura, cariño, apoyo. Unión incompleta.
Cincuenta y tres minutos escuchando ruido. Oigo una voz, susurrando en mi oido. El móvil te devuelve a mi. No podría vivir sin él. Es dimitir de ti. Duerme a mi lado. Me acompaña en largas esperas. Hace conmigo el camino.

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