Su mirada solía reflejar exactamente lo que sentía. Era uno de los rasgos de ella que le habían atraído. Más que atraído, le habían hipnotizado. Sus ojos eran capaces de hacerte sentir cualquier cosa, con sutiles movimientos, pequeñas insinuaciones o inusuales arruguitas. No tenía muy claro si era algo que sólo veía él o era algo que cualquiera que se fijase podía percibir. Cuando estaba melancólica el verde de su mirada se hacía profundo e intenso y eso se reflejaba en toda su belleza, etérea, profunda e intensa. Cuando estaba alegre tintineaban las niñas de sus ojos y no paraban quietas ni un segundo, y se volvía un ser encantador, perdiendo esa fragilidad. Esa metamorfosis era algo que solía descolocarle pero mantenía su interés. La hacia misteriosa, segura y vulnerable. Su mirada, aquello que expresaba todo lo que él necesitaba saber de ella. Aquellos ojos que podían contar cualquier historia. Aquellos que lo trasladaban desde el más aciago de los momentos hasta la más sublime felicidad. Esos que ahora lo miraban desde el otro lado del salón y lo traspasaban como si ya no estuviese.
Esa mirada era la más triste que había visto en sus ojos. Esos ojos verdes velados por las lágrimas. Lágrimas que no caían. No se atrevía a preguntar por qué se empañaban. Lo sabia, pero no quería que ella se lo contase. Eso lo haría real. No estaba preparado para que fuese real. Lo único que necesitaba era abrazarla, pero estaba tan lejos. Su cuerpo parecía una figurita de porcelana, tan blanca, tan fría, tan recta, encargandose de todo, tomando decisiones. Ella odiaba tomar decisiones. Cualquiera diría que no se derrumbaba. Pero el la conocía, podía leer en sus ojos aquello que los demás no podían intuir. Ella sólo deseaba que la abrazase. No podía resistir sentirse así. Había que hacerlo, alguien tenía que ser responsable, lo sabía. Ella también sabía que él no hubiese sido capaz, que estaba atónito como si el mundo se hubiese detenido con la noticia. Él podía sentir que ella lo sabia desde el otro lado de la habitación. Sólo podía fundirse en su mirada, en esos ojos que ahora lo traspasaban. Era lo único que podía hacer.
-¿Por qué no lloras?- Preguntó después del funeral. Ahora podía empezar a creer que era real, no quería, pero podía.
-Por que si empiezo me vas a tener que abrazar, no sé cuando podrás soltar mi mano porque no sé cuando podré parar.- Tras pensar un rato añadió cuando todavía sus ojos lo traspasaban. - ¿Crees que podrás asumirlo?-
Él no supo que contestar. Pero ella ya estaba llorando. Así que la abrazó.
1 comentario:
muy bonito :P
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