Y es curioso.
Dices
// o quizá yo entiendo
que lees en mis poemas
la falta de confianza
y el miedo.
Y yo,
después de pensarlo mucho,
colijo
que algo resuena en ti
de la despreocupación
a exteriorizar
por escrito
esos temores
// las penas y vulnerabilidad
que poco a poco
conquisto.
Pero existen.
Y no me asusta que estén.
Y me gusta hablar de ellos.
// Tal vez sean mi parte humana.
Y vuelven
a ser reales
cada vez que tengo que enfrentarlos.
Son como el dolor
que habita para ayudarnos a crecer,
como lección de autoaprendizaje.
Y cuando resurgen
los afronto
con sonrisas
que esconden los nervios.
Ha habido
personitas
durante mi vida
que han intentado darme fuerza
asir la confianza
como forma de eliminar los miedos.
Han intentado enseñarme
a cabalgar mis neuras.
Conmigo no funciona
a largo plazo.
He aprendido
que en mi caso
la fuerza nace de dentro.
Surge de mi monstruo
que tiene miedo,
y le sobra amor
y a menudo se olvida
de que le miran
porque hay cosas que hacer
que son mucho más importantes.
Reside en saber
que tengo buenos amigos
y una gran familia
que actuarán de servicio técnico
si es necesario.
Y esas cosas
me dan fuerzas para hablar
de mis temores,
de dejar que el monstruo
se explique
y se llore
y se deje ser vulnerable,
porque eso,
según he descubierto
le ayuda
a desempolvarse
las rodillas
y seguir hacia adelante.
Y sí, a menudo
soy recelosa
y me pongo máscaras,
¿por qué no?
No son malas si yo sé que están ahí
y entiendo por qué las pongo.
Así que aunque entiendo
que quieras más para mi
y agradezco tanto amor
creo que mi manera de hacer frente
la realidad,
ese mundo con el que no siempre
consigo ponerme de acuerdo
pero en el que adoro vivir,
me hacer fuerte.
Y vulnerable.
Y me gustan
esas partes de mi
que tienen miedo.
Porque en el fondo
no me gusta
llorar porque alguien piense
que puedo ser más o mejor
porque quien tengo que ser,
al final de día,
soy yo.
Aunque el ser yo misma
otros lo vean como excusas
para esconderme
y seguir haciendo caso a mis temores.
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