Detesto
estar mala.
Esta impotencia
de no poder moverme
sin que me duela.
Incluso de no poder
abrir los ojos
aunque quiera
con todas mis fuerzas.
Y a menudo
me obligo
a salir
de la cama,
de casa,
de mi vida.
Y me desplazo
a momentos
nuevos o rutinarios.
Mientras ese malestar
que demasiadas veces
parece crónico
sigue corrompiendo
mi motivación
y minando
mi voluntad.
Reconoceré
que hay días
en los que pierdo
la batalla.
Y es ese instante
en el que me sumo
en la frustración
de estar tarada
y ser defectuosa
// o como dice un amigo averiada.
Esos períodos
son en los que indulgentemente
descanso
y me permito
la aflicción.
Pero no se ve.
Y no es que lo esconda,
es que normalmente
gano el asalto,
si no la guerra.
Y esos días,
los que me declaro
vencedora,
no me apetece hablar
aunque me sufra.
Esos momentos
prefiero iluminarme
con sonrisas.
Porque sé
lo que cuesta llegar
y cuando lo consigo
alegría y amor
son mis recompensas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario