Y somos tu y yo,
inacabados,
los que volvemos
a este erial
de sentimientos
confusos
y tránsfugas.
Y nos acomodamos
como quien llega al hogar
después de mucho tiempo.
Y nos entregamos
a la contemplación
del cuerpo ajeno,
de ese ente de piel,
sangre y de huesos
que se echa de menos
pero que nunca
resulto necesario
para seguir viviendo.
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