sábado, diciembre 17, 2011

Correcto

Tenía nombre de bruja mala, aquella que atemorizaba a blancanieves o atormentaba a dorothy. Y sin embargo podría haber sido la princesa de cualquier cuento, porque era dulce como un chocolate caliente en una tarde de noviembre.

Me gustaba mirarla de cerca, y cogerla de la mano, fingiéndome principe que la rescataba de las fauces del dragón. Y sin embargo sabía que nunca podría amarme porque tenía el sexo equivocado. Me conformaba con verla sonreir y ser parte de su vida.

Yo cogía su mano y la arrastraba a bailar, o a jugar en los columpios. Mientras ella despistada se dejaba, porque se había quedado embobada con la niña que estaba sola empujando una muñeca por el tobogán. O quizá estuviese dando vida a historias increibles dentro de su cabeza.

Sí, lo reconozco, la quería. Probablemente demasiado para decírselo. Era el lugar donde me dejaban ser yo mismo. El abrazo en el que lloras tras un día horroroso. La primera persona a la que llamas para dar buenas noticias. Ese amor que no se cuenta porque nadie lo entendería. Y no te importa que lo entiendan porque calienta tu corazón las noches de tormenta.

Hoy sé que probablemente ella lo sabía. Pero no le importaba, porque a su manera ella también me amaba. Lo sé por esta carta que reposa entre mis manos. Lo sé, porque ahora ya no está y la echaré de menos. Lo sé y punto.


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