“Le cobran en aquella fila de la izquierda, si no le importa”. Con algo tan rutinario, con esas palabras empezó nuestra vida en común.
Completamos el papeleo y estábamos destinados a ser una familia. Primero llegó Juan y unos años después Victoria. Los niños crecieron y se fueron. Casi sin darnos cuenta nos habíamos acomodado a esa soledad compartida, hasta que llegó el Alzheimer y se la llevó.
Hoy, la cajera del banco ha repetido esa frase. Ha entrado alguien. Gritos. Me he quedado paralizado. Tras el atronador sonido de un disparo, he sentido un pinchazo en el pecho. En todos estos años no había recordado ese momento. Después, cuando ya el mundo había desaparecido de mi vista, la ambulancia me llevaba al hospital.*
*Lo escribí para un concurso la semana pasada, no lo mandé. He añadido dramatismo al final (ya no hace falta que sean menos de 100 palabras) y así os lo presento.
1 comentario:
Mu drámatico, mu guapo. So pandillera. k vida esta k ya no se puede ir al super sin k a uno lo reciban a balazo limpio. Y sobre todo k tirria contra los iaios. Chankete hizo musho daño... Te kero, guapa
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