Traías el corazón marrón. Latiendo despistado. Mirandote fijamente las manos. Sin buscarme. Perdido entre la muchedumbre de la estación.
Te vi llegar subiendo las escaleras de un metro cualquiera. Observe mientras tus pies ascendían lentamente. Arrastrando tu mundo bajo los pies, junto a la maleta. La gabardina adherida a tus huesos, por la tormenta, abrigaba el vacío interno. Olías a tristeza al darme dos besos.
Las lágrimas borraban surcos en tu cara. Me dijiste que ese, tu corazón, pisoteado y embarrado, lo habías recogido de un charco. Pretendías que le administrase primeros auxilios. Sanar en mi sofá. Reponerte del desengaño.
Traías el corazón marrón entre las manos.
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