viernes, febrero 18, 2011

Inicios

Noté tu mano. Cálida. Me arrastró fuera del tren en hora punta. Mis labios intentaron exhalar una queja. Quedó ahogada en mi garganta con una mirada.

Tu mano, apretando la mía. Nuestros corazones latiendo al únisono. Y de repente el sol de Madrid abofeteó mis pupilas. Me detuve. Solté ese apéndice que nos unía irremediablemente.

- ¿Dónde vamos? - pregunté
- Ya lo verás
- Pero hoy no tengo tiempo para juegos, tengo muchas cosas que hacer y no me queda espacio.
- Confía en mi.

Desarmada, volví a enganchar mi vida a la tuya. Sin esperarlo te detuviste triunfante. Dirigí mi mirada en la dirección que señalaban tus pestañas. Y lo vi. La valla con el anuncio que yo había escrito.

- Sólo quería compartir contigo el momento en el que lo vieses por primera vez. Ya te han publicado.- Me reprochaste.

Te abracé y te besé. Mientras Madrid seguía su curso y los extraños ni siquiera se percataban de nuestra existencia.

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