Y me preguntas
si no es perjudicial
aceptar en una relación
la dependencia.
De que en caso
de que alguien
desaparezca
de la vida,
por las circunstancias
que sean,
nos hundamos.
/* Y eso lo interpreto como el miedo a caer,
que yo,
ser inconciente
por naturaleza, no poseo. */
Y no puedo evitar
preguntarme
si no es lo normal
cuando se ama.
Sentir que la ausencia
te desgarra las entrañas.
Conservar el dique
de lágrimas
en la garganta.
Mientras la voz,
las manos
y los ojos
te delatan.
E incluso llegar
a desear no pertenecer
a un mundo
que ya carece
de la estrella
que te iluminaba.
Y entonces,
aparecen los ángeles,
seres buenos
que te despiertan,
y te recuerda
lo que queda
y lo que fue.
Las sonrisas de madrugada.
Los llantos. Las pataletas.
Los pasteles de chocolate.
Los gin-tonics de fresa.
Y todo ello ocurre,
pasó y sucederá
en compañía.
Y en ese momento
te das cuenta
que no te sostiene
una única cuerda
y que tienes una red
de protección
y amor
que te rescata.
Porque existen
más estrellas
que iluminan
la senda.
Y un día,
con el paso del tiempo,
agradeces
haber conocido,
a esa persona,
que fue bastón y roca,
de la que dependías.
Y reconoces
que su protección,
su ayuda,
su mano acompañando
tu camino,
sus reprimendas,
te han hecho más fuerte.
Porque te ayudó a crecer
y a ir uniendo
a tu vida
otros destinos.
Te acompaño
al construir
recuerdos
y al anclar
las cuerdas
que hoy
forman tu red.
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