lunes, noviembre 28, 2011

Trastorno obsesivo compulsivo

Repaso mi vida una y otra vez. Olvido. El pasado ya no existe. Queda impreso en palabras colgadas en un blog. Se vuelven ajenas. Ni siquiera puedo recordar el momento en el que escribí la frase que precede un sentimiento anterior. Quedan conceptos anclados en mi mente. Cicatrices en mi corazón. Lecciones entre mis dedos. Están las musas susurrantes que impiden que me vuelva loca.

Me pregunto de nuevo. ¿Qué ocurrió? ¿Cómo he llegado a este lugar apacible? No hay respuesta. Este castillo con nubes y relampagos. Hogar en el que mi alma reposa. En el que me dejas jugar con los truenos. A medio metro de tu boca. De nuevo en periodo estable.

Tal vez siempre se me dió mal dejar de amar. Lo intenté. Creo. Pero no importa. Es algo que no necesito hacer. Contigo siempre existió la eternidad. Aprendí. No tengo claro qué. Pero sospecho que aprendí cosas. Algo que guardo en la caja de pandora. Esa que sólo se abre cuando mi alma llora. Pero sé que ahora sonrié. Lo veo reflejado en tus pupilas. Mientras me prometes otras cincuenta y tres carcajadas más. Escapándose de mis labios. Aterrizando en tu boca.

Y analizo cada instante una vez. Y otra. Sopeso las posibilidades. A menudo mi inmadurez me impide verlo todo. Sin embargo el corazón sabe lo que quiere sin decírselo a la mente. Y ahora me conformo con las caricias de tus manos sobre mi piel. Me llamarás mimosa. Mientras mi cabeza sigue haciendo girar la noria. Mientras cansada mi mente se queda colgada en procesos innecesarios. Repasando esos instantes que no importan. Será el roce con tu alma lo que apacigüe. Interminable camino circular que recorren mis neuronas.

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