Ayer, abriste el cajón en el que guardas la infancia. Sacaste los lápices de colores y empezaste a redibujarla. Me acerqué a preguntarte lo que hacías. No contestaste. Creo que no me oíste. Miré la hoja.
Sustituías el miedo por valentía y las lágrimas acompañaban lecciones aprendidas.
Hoy, has decidido guardarlo todo. Dices que ya está corregido lo que corría prisa que cambiases. Me sonríes diciendo que lo que falta, ya lo harás otro día.
1 comentario:
Una película.
Una madre y una hija viven solas. Los varones de la familia han muerto. la niña decide vestirse como un muchacho, gracias a ello sobreviven. Al final la descubren, la castigan y la casan con un anciano que la compra. El regalo para ella, es: un candado, hermoso, labrado.
Queda encerrada ante la mirada resignada de las otras esposas que ya pasaron por lo mismo.
El anciano, ya marido, fuera se está lavando para tomarla como esposa.
En el intermedio de esa historia, la abuela de la niña, una anciana, dice que a algunos hombres tampoco les gusta ser hombres.
Un joven que ha protegido a la niña, también se marcha desencantado de los hombres que le rodean.
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Ayer leí un artículo en el que una mujer de nuestra sociedad se quejaba de la servidumbre a la que muchas mujeres se someten, incluso algunas, aparentemente, siendo independientes...En su relato había ira, rabia contenida, pena.
Yo quiero decirle, que primero hay que leer la historia que hay detrás de cada mirada de cada mujer y de cada hombre. Ahí, ocultas, están las cadenas.
Elena, mirando.
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