El otro día alguien nos lanzó una pregunta. ¿Has conseguido superar esa sensación desagradable que hay en el fondo de ti mismo? ¿Aquella que aparece cuando llegas a conocerte profundamente? Quizás sea esta sensación extraña que asola mi alma. La soledad que me inmoviliza en esta cama.
Detesto este sentimiento de vacío que asola mi vida cuando permanece quieta. Esta sensación de inmovilidad que desaparece cuando estoy rodeada de gente. Cuando ocupo mi vida entre personas que me hacen sonreir.
Ya no existe si estoy entre tus brazos. Aunque haya silencio, no hay vacío, sólo amor. Contigo todo es vida. Todo gira y cambia. Podríamos pintar el cielo todas las mañanas y nunca importará el color. Realmente me interesa que mi cielo se despierte cubriéndonos.
Imagino piececitos corriendo hacia nosotros. Dejando huellas en la arena de mi adolescencia. Risas en los rostros de los que estan cerca. Entonces desaparece este sentimiento de no tenerte cerca. Para cuidarte, para que cuides de mi. Únicamente queda esa calidez en el pecho, esa sosegada aceleración de mi pulso.
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