Y me muerdo los labios
procurando que no sientan
la ausencia de tus besos
cuando mi alma se despierta
vacía y hambrienta.
Y clavo mis dientes
una y otra, y otra vez
hasta que la sangre brota.
Fluido rojo y caliente
que se escabulle a través
de las pequeñas grietas
que mis colmillos arañan
de estas entrañas yermas.
Pliegues que quedan insensibles
ante la privación y la espera
de ese roce que no llega.
Por este amor perverso
que al intentar asirlo
se escurre entre mis dedos
como la arena.
Infundiéndome a la fuerza
este sentimiento
que arranca la piel
que protege mis huesos;
desatando la hemorragia
que colapsa mi sistema.
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