Me he tatuado la piel de ti tantas veces que se han borrado mis huellas dactilares. Sólo se ve tu reflejo en mi exterior, tras haberte introducido debajo de mi dermis. Sin embargo vuelvo a ti para que la tinta de tus besos rellene los espacios que tu ausencia drena en mis venas. Lugares de mi que el tiempo deja huecos e inservibles. Y nunca es suficiente. Necesito más. Vuelvo para sentir como las agujas de tus manos delinean mis aristas dándome la forma geométrica de tu amante. Sigo aquí. Resistiendo este dolor que se me clava en las entrañas.
Hasta que te canses de saciar tus ansias de dibujarme. Hasta que mi forma se vuelva una tinta plana y haya que volver a teñirme de mi tono original. Volviendo a ser lienzo en blanco sobre el que desahogues tu creatividad. Y me construyas de nuevo. Con suerte, una y otra, y otra vez. Marcádote. Grabándote en puntadas discontinuas. Haciendo que vuelva a estar sedienta del color que inyectas entre mis epitelios.
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