Sus ojos. Grandes. Dibujados por algún mangaka japonés. No cabian en aquella cara de nariz y sonrisa pequeñas.
Sus ojos. Que me miraban fijamente. Llenos de preguntas y de tierra.
Mi cabeza. Grande. Como aquellas de los muñecos PinyPon. Con los mofletes sonrosados por la excitación.
Mi cabeza. Que deseaba esconderse debajo de la tierra que cubría aquellos ojos.
Sus ojos. Grandes. Que conseguían cautivar mi cabeza.
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