viernes, enero 21, 2011

Galicia

Nací de las entrañas de un mar vacío de esperanza. Mi infancia se coló entre los umbrales de finisterre y el abismo. La adolescencia alcohólica y putrefacta, de emociones que serían abono de la huida de mis hijos. Juventud de raíces retorcidas y brumas desveladas, llorando la ausencia del sol. Madurez expatriada anhelando aquello que nunca he tenido.

Hoy estoy aquí, despidiéndome de la vida. Un mar desangrando petróleo será mi último adiós. Tal vez, mañana, venga alguna gaviota despistada y, se percate de que no estoy. Pensará, con acierto, que no ha llegado al fin de su camino. Mi hueco se llenará rápidamente en el atareado mundo que nunca me conoció. Una familia a la que siempre respondí con más preguntas. Un hogar carente de existencia seré. Vacío de amor.

Quizá un día te despiertes hijo mío, extranjero por derecho y expelido por deber. Ahuyentado de mi vives y formas tus familias lejos de mi abrigo. Justo en el instante que precede a la consciencia, sentirás una emoción extraña. En la niebla de tu memoria existiré durante un segundo. Entonces le pondrás nombre a eso que taladra tu pecho; la llamarás morriña. Y te despedirás en el laberinto del alzheimer al que nos aboca la vida hoy.

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