Somos una sociedad obsesiva. Tenemos la extraña idea de que es importante ser bello. Y nos embadurnamos de potingues y pasamos horas depilándonos o en el gimnasio o haciendo dieta sólo para cumplir un ideal de belleza inalcanzable, siempre y cuando no se use photoshop. Todo este tiempo perdido en intentar agradar a los demás, ¿no sería más productivo compartiéndolo felizmente con otras personas?
Últimamente estoy un poco indignada.
Primero fue un programa en la televisión en el que se ponía verdes (casi como si hubiesen cometido un delito) a famosas por no haberse depilado y haber sido pilladas in fraganti. Es absurdo. Me puedo imaginar la cantidad de adolescentes a las que estamos creando un trauma o falsas espectativas. Desde aquí quiero decir que no depilarse
no es ser una guarra. Millones de mujeres en el mundo no se depilan manteniendo un buen nivel de higiene. En invierno el número se triplica. Y nadie ha muerto ni por ello son menos seductoras ni merecen morir dilapidadas por una pandilla de fariseos.
Pocos días después, me fuí a depilar (como dijo Elvira, por motivos de fuerza mayor) y me intentaron vender una crema para las arrugas. Me indigné otra vez. Realmente como el famoso diseñador pienso que la arruga es bella (reconozco que hay un par de casos en los que no le pegan a la persona que las lleva, pero como las narices o los labios). Me encantan las patas de gallo, normalmente son de sonreir, y quedan tan hermosas. Les dan otra vida a los ojos que las llevan. En mi caso las mas marcadas son las de alrededor de la boca. Son parte de mi. Una parte de mi que no quiero que desaparezca, mi sonrisa. Estoy empezando a pensar que llegaré viejita y arrugadísima, diciendo mi edad sin remilgos, porque para eso he vivido lo que he vivido.
No puedes tener 18 años toda la vida, que parece ser el único momento en el que eres perfectamente bella y por tanto mereces ser mirada. (Un secreto, en mi caso he mejorado con la edad.) Ni te puedes pasar la vida intentando estar perfecta. Si un hombre no me mira por
todo lo que soy que se quede en casa esperando a una tonta (o amargada) que se pase horas absorta frente a un espejo.
Nosotras mismas nos estamos mortificando; estamos diciéndoles a los hombres que si una mujer no es así o asá no es atractiva y por tanto no hay que lucirla. Además las críticas más feroces las hacemos nosotras. Gracias al cielo quedan hombres normales en el mundo, a los que les gustan las gorditas o les parecerás supersexy sin necesidad de ir depiladísima o arregladísima.
Si alguien te quiere te quiere con pelos o sin ellos, con un pijama viejo o con la neglillé más magnífica que podamos permitirnos y recién salida de la esteticista. Y si tienes la suerte de haber compartido mucho tiempo con esa persona debería de haberse enamorado de cada una de las marcas que la vida compartida ha dejado en ti.
No soy una quemasostenes y cumplo con las reglas sociales con asiduidad. Pero me indigna esta hipocresía y urgencia por cosas que no tienen importancia real.
Yo, normalmente, no me meto con las que se depilan hasta la extenuación acompañadas de unas pinzas a todas partes. Ni siquiera con las que se levantan una hora antes para pintarse como una puerta y ponerse todos los productos que necesitan. Hasta que he tenido que decir pero qué demonios. ¡Basta ya! ¿Por qué tienen ellas que volcar su frustración en las que nos preocupa lo justo y suficiente, o menos? Mi vida no es ser bonita, son otros cientos de cosas.