Ayer, o quizás fue hace más días.
Como siempre,
el paso del tiempo es irrelevante,
para el quid del pensamiento.
Como decía:
Quizás no fue ayer,
pero en algún momento pretérito
me pregunté
qué sentimiento almacenarían
los nenúfares para Monet.
Una obsesión extraña
que me cautiva.
¿Son los nenúfares como el tranvía
de Amado Nervo,
el instante que se descubren
emociones nuevas que llenan el alma
que no sabíamos que se encontraba vacía?
Más que los óleos
que describen Les nymphèas
de aquél jardín que no sé si todavía existe.
Doscientos cincuenta cuadros
que van perdiéndo definición,
y dando importancia al paso del tiempo,
que le aleja del sentimiento
y alimenta la obsesión.
Ese sentimiento tenaz
que producen algunas personas
// situaciones o cosas
que nos conecta
con lo que nos importa,
los colores vibrantes que nutren
al monstruo que vive en la nevera.
Pensaba que tal vez fuera
la explicación pictórica
de la evolución de los sentimientos.
Llega un momento
en el que el sentimiento inicial
concreto y profundo
se difumina y sólo queda el recuerdo
de esa sensación borrosa
en la que se mezclan olores
de tardes de primavera
con el tacto del viento
de octubre que intenta
barrer las hojas en decadencia
mientras el sol de mediodía
de un noviembre cualquiera
nos recuerda
el cálido olor de la primavera.
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