Me ponen nerviosa los de letras. Sí, lo sé, soy de letras... aunque este año me paso el tiempo planteándome hasta que punto. Subir el nivel semántico y morfosintáctico para explicar ideas en lugar de simplificar no es sinónimo de hacer ciéncia. Los de matemáticas llevan el san benito de que son difíciles, ¿hasta qué punto? No lo tengo yo tan claro, depende del tiempo que le quieras dedicar y de que te guste o no.
Los mejores científicos con los que me he cruzado son capaces de simplificar o de explicar para que casi todos lo entiendan. En cambio, cada vez más me encuentro con sociólogos, politólogos, comunicólogos... que hablan para que nadie les entienda. ¿Piensan que si nadie les entiende nadie les puede rebatir? Me frustra. No sé si es que en casa del herrero cuchillo de palo. Se vuelven incapaces de comunicar y comunicarse.
Ayer asistí a una clase que a pesar de estar en castellano y exponer conceptos fácilmente cognoscibles, hubo que desentrañar el significado. Era como estar asistiéndo a una conferencia en inglés e imagino que para alguno de mis compañeros en chino. Necesité de toda mi atención para comprender que la hipótesis y teoría de este profesor es que los medios cada vez hablan menos de los hechos y más de lo que opinan, dicen o hacen otros periodistas. Se retroalimentan de sí mismos.
Tengo la misma sensación que experimenté al leerme el texto de Jesús Ibañez que nos mandaron en sociología de primero. Descubrí que cada párrafo o incluso página encerraba una idea simple capaz de reducirse a una frase de sujeto, verbo y predicado sin ni siquiera subordinar.
Abogo por dejar de legitimar las ciencias sociales intentando que nadie las comprenda, porque incluso la filosofía puede simplificar, y simplifica, las ideas más complejas que el hombre maneja. No seremos ahora los comunicólogos los que vengamos a complicarlo todo, o sí.
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