las familias ajenas.
Esas que viven
de la apariencia de ser correctas,
de quedar bien sobre el papel
y sin embargo cultivan miedos.
Las que no se levantan la voz,
ni se pelean a portazos,
ni se escuchan y se ponen la vida por montera.
Familias en las que se respira
amor condicional y condicionado,
que son apropiadas en todo momento.
Aquellas en las que no se habla
con el corazón en las manos
del que escucha, que lo mima
desde la sinceridad y el respeto,
y el claro entendimiento
de las fronteras de tu vida.
Mi familia es psicótica
y divertida, disfuncional y amable.
Habitualmente, mi familia es inapropiada.
Ellos sobre todo lo demás,
lo innecesario,
entienden de puzles y comprenden que no tienen
todas las piezas.
Así que llegan a la conclusión
de que es mejor respetar las decisiones
de cada uno, aconsejar y apoyar...
y por si acaso
permanecer pendiente
por si fuese requerida la reconstrucción
o reparar partes concretas,
con amor y comprensión,
sin reproches que no ayudan a crecer.
Y así entiendo yo la unidad,
y mi monstruo
que aprendió de mama leona,
papa zorro y hermano oso,
a veces, al defender a mi familia,
o a aquellos que me importan,
se vuelve pantera
y no termina de entender
las familias ajenas
que prefieren seguir siendo cisnes
en las aguas inmóviles de un lago
que nunca levanta sus pasiones
de aguas oscuras que nunca sabes
qué demonios y miedos albergan.
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