sábado, septiembre 07, 2013

7 de septiembre al mediodía

Llueve
fuera
uno de los primeros días
de septiembre.
Este año,
el cielo se derramó
también en agosto,
cosa peculiar
en esta tierra.
Y llueve,
fuera,
mientras
yo
en el sofá
leo
sobre peces Koi
y chutney de piña.
Y hoy,
no es como otros días.
Hoy la lluvia
que cae ligera
y hace resonar
el correr de los coches
me apacigua.
Imprime en mi interior
esa sensación de certeza,
de que hoy
por fin
la tierra necesitaba lluvia
que la alimentase
// y quizá yo también la necesitase.
Mientras tanto,
yo leo historias,
porque hoy
no toca correr
en busca de otras vidas,
encontrar lo que se perdió
o buscar los porqués.
Hoy quiero cuidar al monstruo.
Hacer feliz al marido.
Llamar a la madre.
Celebrar que Nicolás
ha nacido.
Comer tortitas.
Pero todo ello
en silencio,
con la banda sonora de la lluvia,
que atrae prosperidad
y apaga fuegos.
Y sólo queda esta vida.
Que es tranquila
y cuya melodía
es como el tacto
de la lluvia sobre la piel
un día de verano,
que deja una sonrisa
de las que conllevan conocimiento.
Y eso hay que aprender
también a apreciarlo.
No es necesario vivir
de manera constante
en esa vida que se acelera,
porque eso siempre viene
y hay que vivirlo como el carnaval de Celia
y entonces aparecen
el estrés y las carcajadas
que lo liberan.
Pero hoy
que es sábado
y principios de septiembre
y llueve fuera
voy a aprovechar
para seguir leyendo
sobre Japón
y el sur de Carolina
y puede que cuando llegue la comida
aparezca en mi cara una sonrisa
al saber
que hoy
puedo disfrutar
de mi pequeño mundo.
// Que a veces, es demasiado grande.

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