Y es,
sin embargo,
la cotidianidad
lo que me hace feliz.
Esos minutos
que se hacen horas
y después días,
en los que no pasa
nada extraordinario.
Segundos
en los que un te quiero
// más
se gasta
entre mis labios,
desciende
en tu oído,
y reposa
en tu memoria.
Meses durante
los que se escapa
por un descuido
de tu boca
un beso,
o tal vez una sonrisa,
que son cazados
por mi mirada.
Años
en los que
como si de imanes
de carga opuesta
se tratase
tu mano
se enlaza con la mía
mientras caminamos.
Y no se fuerza.
Nunca se detiene.
No se espera.
Nunca se teme.
Porque parece
que el alma del otro
// ser amado
sea
el lugar
natural
de tus besos,
de mis miradas,
de tus manos,
de mis te quiero,
de tus sonrisas,
de mis abrazos.
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