los momentos
nos sorprenden.
Y la vida nos regala
días en los que sólo existe
el amor y la felicidad.
Cuando nos olvidamos del yo,
y para ser nosotros
y compartimos
el cariño, los recuerdos
y estos instantes que se grabarán
en la memoria colectiva
de tantas vidas.
Y se revivirán
en las comidas
o con un gintónic
alguna tarde de domingo
perdida en un futuro que todavía no es.
Y entonces caemos en la cuenta
de que ese instante
ha servido para que recojamos
la lluvia que alimenta
y nutre las huellas
que dejamos en el camino.
Y es gracias a eso
que crecemos
y encontramos los motivos
para seguir adelante
cuando todo se tuerce.
Y es a su vez
recompensa por continuar,
por todo aquello que hicimos bien,
por perdonarnos por lo que hicimos mal,
por las decisiones
y por no rendirnos.
Cuando una parte del puzle encaja
y ves las sonrisas
y eres parte de los abrazos,
cuando alguien te dice:
"te quiero"
y te obsequia un día
que ninguno de vosotros olvidará.
A mi familia, por crecer y
regalarme más amor del que hubiese podido imaginar.
Y como debería haber dicho Coelho:
El amor se multiplica cuando se divide,
porque infinito es 2.