He estado pensando en errores. Todos cometemos millones de errores en nuestras vidas. Pero existen errores más grandes que otros. Yo no he cometido grandes errores, de esos que vuelven la vida de uno del revés. Pero he cometido millones de errores, por lo visto soy increiblemente adicta a ellos. Pero lo que unos pueden considerar un error yo a veces lo considero algo que tenía que hacer. Y lo considero así porque me ha reportado cosas con las que, visto desde aquí, considero que mi vida no estaría completa. O tal vez sería una persona totalmente diferente sin ellos. Así que yo no pienso que sea cierto aquello de los errores también se aprende. Pienso que de los errores se aprende. Y tal vez de los errores se aprende más y se sacan las cosas maravillosas de tu vida. De los errores aprendes quien eres. Los errores fortalecen el carácter, te hacen superarte y cambiar, y crecer. De los errores a menudo sacas a personas maravillosas sin las que tu vida estaría incompleta.
Dadme a una persona que no halla cometido errores y que se lo hallan dado todo hecho, probablemente esa persona no soporte un revés de la vida, es una persona que no se conoce, es una persona que no se ha puesto a prueba. En cambio, una persona acostumbrada a superar dificultades y a sacarse las castañas del fuego quizás este un poquito más quemada pero se lo jugará todo para salir adelante. Además conoce sus puntos débiles y sus puntos fuertes y tiene muy claro como sacar partido de ellos. Miedo me dan los que escogen a personitas perfectas para completar su vida.
Mis grandes errores a menudo han sido mis grandes aciertos ¿Por qué hay gente que no logra ver eso y simplemente los tilda de errores?
jueves, noviembre 15, 2007
sábado, noviembre 10, 2007
Manias 1.0
Yo hago algo muy curioso a veces, salgo de mi mundo con una frase de mitad de conversación que nadie sabe a santo de que viene. Todo el mundo se queja, especialmente zon y javi. Porque de repente digo algo como: se me olvido comprarlo o me trajo unos mantelitos; mientras ellos hablan del último juego de ds. Yo no me doy cuenta, pero ahora me hace gracia. Se quejan mucho, pero a mi me parece divertido. No es algo que haga a propósito, sino que estoy pensando en mis cosas y de repente creo que es importante compartir algo :P Mi madre siempre me dice que tengo que recordar que la gente no está dentro de mi cabeza, pero me cuesta dejar ese hábito. Así que lo más probable es que siga haciéndolo.
FIN DEL MUNDO
Somos la generación del fin del mundo. Vivimos aterrados porque el mundo se acabe, por lo que hicimos, lo que hacemos y lo que puede pasar. Es un rollo. Empezamos con la guerra fría y la aniquilación mutua, en los 90 con las profecías de nostradamus, con el fin del milenio, con el efecto dosmil... todo conducía al fin del mundo. Y como que no pasase nada no fue suficiente inventamos nuevos miedos para seguir con la tradición. El terrorismo como la nueva guerra fría que puede acabar con el mundo. El calentamiento global. La cosa es que siempre tenemos que estar asustados para ser seres humanos. Vivir atemorizados... No digo que todas estas cosas no sean o fuesen importantes sino que en vez de poner medios para remediarlo lo único que hacen es bombardearnos para que estemos preocupados. Que se pongan todos de acuerdo y que hagan algo ya. Todos sabemos que tras curar la gripe aparecerá otra enfermedad incurable como el cáncer o el sida pero se intenta curar. Pues en vez de vivir asustados deberían de intentar que se solucionase el problema.
sábado, noviembre 03, 2007
Muerte...
- ¿Crees que será doloroso cortarse las venas? Quizás sea demasiado sangriento... No estoy segura de que pueda suicidarme. Sería más fácil algo en lo que mi voluntad no interviniese.
- Pero ¿por qué hablamos de esto? Sé que la vida es una mierda... pero tanto como para morirse... No lo tengo nada claro... Aunque puestos a morirse, mejor que sea durmiendo... Quizás soñando con un lugar mejor o con algo más fácil...
- Entonces tu eres de las que tomaría un montón de pastillas... Eso es tan Marilyn... que poco original...
- Claro... ¿cómo si existiera una muerte original? La muerte no es original... a menos que la pongas en el contexto de una serie de televisión, pero seguro que alguien más ha muerto así. Quizás sólo se salve la de tan muertos como yo.
- Ya pero eso es totalmente involuntario y se te quedan muchas cosas por decir... Ponerle fin a la vida debería ser un contrato personal... Un momento en el que pensases, ahora me puedo morir...
Jugueteaba con la idea de su muerte, como una niña que juega con la última barbie que ha salido al mercado. Era algo que siempre la había divertido. No era una gótica, ni creía en la vida eterna. Simplemente la muerte era un lugar libre de responsabilidades, libre de culpas. Un lugar donde todas esas emociones negativas fenecían ante la nada. No se daba cuenta que la nada lo absorbe todo. La nada es la ausencia, la falta de sentimientos. No había aprendido nada viendo la historia interminable. Además creía que uno vivía mientras hubiese supuesto algo en la vida de alguien. Y ella había importado a muchas personas. Aunque cuando jugaba con esa idea no pensaba en esas personas. Era un pensamiento principalmente egoísta. Ella nunca habría reconocido que era egoísta, pero no solía plantearse que consecuencias tendría que ella se suicidase. Simplemente era una manera de huir de esa realidad que la asfixiaba. Era una forma de presentarse ante el mundo irreverente y cínica y así ganar valor porque parecía que no le tenía miedo a tratar temas que a los demás incomodaban. Pero que a los demás los incomodasen no significaba que ella no podía sentirse a gusto. No significaba que a ella no le sirvieran para huir de esa cantidad de matices grises que abarrotaban un mundo tan bizarro que nunca se hubiese imaginado una vida más sencilla.
- Yo todavía no he decidido cómo quiero morir... quizás por falta de oxígeno... tal vez de un ataque al corazón mientras hago el amor... Es tan poético morir en un momento de placer...
- No crees que morirte lo jode todo. Además dejas jodido al que está contigo...
- No lo había pensado nunca.
- Ya. A veces deberías pensar antes de hablar. Bueno... me llama mi madre... me tengo que ir... nos vemos a las seis en la puerta del cine...
- Vale. Adios.
- Hasta dentro de un rato... adios.
- Pero ¿por qué hablamos de esto? Sé que la vida es una mierda... pero tanto como para morirse... No lo tengo nada claro... Aunque puestos a morirse, mejor que sea durmiendo... Quizás soñando con un lugar mejor o con algo más fácil...
- Entonces tu eres de las que tomaría un montón de pastillas... Eso es tan Marilyn... que poco original...
- Claro... ¿cómo si existiera una muerte original? La muerte no es original... a menos que la pongas en el contexto de una serie de televisión, pero seguro que alguien más ha muerto así. Quizás sólo se salve la de tan muertos como yo.
- Ya pero eso es totalmente involuntario y se te quedan muchas cosas por decir... Ponerle fin a la vida debería ser un contrato personal... Un momento en el que pensases, ahora me puedo morir...
Jugueteaba con la idea de su muerte, como una niña que juega con la última barbie que ha salido al mercado. Era algo que siempre la había divertido. No era una gótica, ni creía en la vida eterna. Simplemente la muerte era un lugar libre de responsabilidades, libre de culpas. Un lugar donde todas esas emociones negativas fenecían ante la nada. No se daba cuenta que la nada lo absorbe todo. La nada es la ausencia, la falta de sentimientos. No había aprendido nada viendo la historia interminable. Además creía que uno vivía mientras hubiese supuesto algo en la vida de alguien. Y ella había importado a muchas personas. Aunque cuando jugaba con esa idea no pensaba en esas personas. Era un pensamiento principalmente egoísta. Ella nunca habría reconocido que era egoísta, pero no solía plantearse que consecuencias tendría que ella se suicidase. Simplemente era una manera de huir de esa realidad que la asfixiaba. Era una forma de presentarse ante el mundo irreverente y cínica y así ganar valor porque parecía que no le tenía miedo a tratar temas que a los demás incomodaban. Pero que a los demás los incomodasen no significaba que ella no podía sentirse a gusto. No significaba que a ella no le sirvieran para huir de esa cantidad de matices grises que abarrotaban un mundo tan bizarro que nunca se hubiese imaginado una vida más sencilla.
- Yo todavía no he decidido cómo quiero morir... quizás por falta de oxígeno... tal vez de un ataque al corazón mientras hago el amor... Es tan poético morir en un momento de placer...
- No crees que morirte lo jode todo. Además dejas jodido al que está contigo...
- No lo había pensado nunca.
- Ya. A veces deberías pensar antes de hablar. Bueno... me llama mi madre... me tengo que ir... nos vemos a las seis en la puerta del cine...
- Vale. Adios.
- Hasta dentro de un rato... adios.
Momentos...
Se entretuvo en la cocina. Cocinó la comida de toda la semana. En los altavoces resonaban músicas latinas que le recordaban a su infancia, incluso a su adolescencia. Aquellos momentos que pasó tan lejos del lugar en el que estaba ahora. La cocina olía a escalibada y a caldo, a galletas y a pasteles, a salsas y a tomates. En sus manos todavía quedaban rastros a ajo, cebolla e incluso un ligero aroma a café se adivinaba. Estaba absorto en un mundo diferente. En un mundo de sonidos y olores que hacía a su mente vagar por historias no contadas todavía.
No había escuchado que la puerta se abría. En la cocina, el lavavajillas había empezado su rutina. Su sonido se mezclaba con las rumbas y las bachatas que el ordenador profería aleatoriamente. Sus manos, en este momento sostenían una cucharita que le serviría para probar el potaje que se cocía en el fuego de atrás. Una mano en sus caderas, que se movían distraídas, lo sobresaltó. Y su boca profirió un ligero taco. Se volvió. Era Juan. Se le había hecho tardísimo. Si el estaba allí, aquello significaba que se le habían pasado las horas y que ya tendría que haber acabado. Juan le besó. La ternura de aquel beso hizo desaparecer todo resquicio de nerviosismo de su cuerpo que se entregó rendido.
-Es demasiado tarde... Déjame que tengo que acabar esto... sino no vamos a llegar...- Dijo instantes antes de que otro beso terminase de hundir todas sus defensas. Roberto besó a Juan. Ya no había vuelta a atrás. Sus manos ya habían empezado a dirigirse por si mismas. En ese momento Juan se separó. Lo miró con esos ojos que lo desarman a uno y dijo.
-Me voy a la ducha, que nos tenemos que ir o llegaremos tarde al cumpleaños de tu madre... Y no quieres que eso pase, ¿verdad?- Y era verdad, pero no era justo. Ahora el cuerpo de Roberto necesitaba más. Roberto quería replicar mientras Juan se separaba, pero la visión de Juan desvistiéndose por el pasillo se había tragado sus palabras. Además algo despertó su interés. Algo que lo devolvió a la realidad. Algo ya olía, ya estaba, no se debía quemar. Corrió a apagar el fuego y a terminar de recoger la cocina. Si era suficientemente rápido todavía podría pillar a Juan en el último instante de la ducha o al menos recibirlo con una toalla al salir. Pero debía darse prisa. Además tenía que vestirse todavía, tal vez pudiese disfrutar de una ducha rápida con Juan. Esa imagen inundó la imaginación de Roberto que se apresuró a recoger, guardar y dejar en el fregadero, el resto lo arreglaría después. Estaba Juan en el instante final de su ducha. Ese momento en el que el chorro de agua recorre tu cuerpo desde la nuca hasta los pies y cierras los ojos y sientes que no existe nada a tu alrededor. Roberto empezó a desvestirse por el pasillo. Parecía que le iba a dar tiempo. Abrió la puerta del baño y espió durante un segundo ese instante de soledad de su compañero. Se metió en la ducha, rompiendo la soledad.
No había escuchado que la puerta se abría. En la cocina, el lavavajillas había empezado su rutina. Su sonido se mezclaba con las rumbas y las bachatas que el ordenador profería aleatoriamente. Sus manos, en este momento sostenían una cucharita que le serviría para probar el potaje que se cocía en el fuego de atrás. Una mano en sus caderas, que se movían distraídas, lo sobresaltó. Y su boca profirió un ligero taco. Se volvió. Era Juan. Se le había hecho tardísimo. Si el estaba allí, aquello significaba que se le habían pasado las horas y que ya tendría que haber acabado. Juan le besó. La ternura de aquel beso hizo desaparecer todo resquicio de nerviosismo de su cuerpo que se entregó rendido.
-Es demasiado tarde... Déjame que tengo que acabar esto... sino no vamos a llegar...- Dijo instantes antes de que otro beso terminase de hundir todas sus defensas. Roberto besó a Juan. Ya no había vuelta a atrás. Sus manos ya habían empezado a dirigirse por si mismas. En ese momento Juan se separó. Lo miró con esos ojos que lo desarman a uno y dijo.
-Me voy a la ducha, que nos tenemos que ir o llegaremos tarde al cumpleaños de tu madre... Y no quieres que eso pase, ¿verdad?- Y era verdad, pero no era justo. Ahora el cuerpo de Roberto necesitaba más. Roberto quería replicar mientras Juan se separaba, pero la visión de Juan desvistiéndose por el pasillo se había tragado sus palabras. Además algo despertó su interés. Algo que lo devolvió a la realidad. Algo ya olía, ya estaba, no se debía quemar. Corrió a apagar el fuego y a terminar de recoger la cocina. Si era suficientemente rápido todavía podría pillar a Juan en el último instante de la ducha o al menos recibirlo con una toalla al salir. Pero debía darse prisa. Además tenía que vestirse todavía, tal vez pudiese disfrutar de una ducha rápida con Juan. Esa imagen inundó la imaginación de Roberto que se apresuró a recoger, guardar y dejar en el fregadero, el resto lo arreglaría después. Estaba Juan en el instante final de su ducha. Ese momento en el que el chorro de agua recorre tu cuerpo desde la nuca hasta los pies y cierras los ojos y sientes que no existe nada a tu alrededor. Roberto empezó a desvestirse por el pasillo. Parecía que le iba a dar tiempo. Abrió la puerta del baño y espió durante un segundo ese instante de soledad de su compañero. Se metió en la ducha, rompiendo la soledad.
Cinismo...
El otro día, en parte como justificación, aseguré que soy cínica. Fue un mecanismo de defensa ante una conducta que no me apetecía mucho explicar. Entre otras cosas porque tiene que ver con mi forma de ver el mundo, con mi vida privada (que hay ciertas personas a las que no les incumbe) y con mis relaciones con algunas personas con las que tienes que relacionarte, pero que si no estuvieses obligado a ello, no lo harías.
Bueno pues he aquí la definición de cínico... como siempre pongo algunas otras entre paréntesis que son más comprensibles...
Visto así, realmente soy en muchos casos cínica. Descarada, desvergonzada e impúdica son adjetivos aplicables a mi, porque no creo en los tabúes y, en ocasiones, digo lo que pienso. Y me encanta hablar de sexo XD o vestir de colorines.
Aunque yo siempre he asociado al cinismo un puntito amargo y casi irónico. Un ligero desencanto con el mundo que te rodea. Cosa que habitualmente no se corresponde conmigo, pero el que me conoce bien sabe que hay temas con los que estoy ligeramente desencantada. Y con esos temas a veces parezco fría y desencantada, hasta el punto que parece que no tenga corazón o que mi corazón sea como el de la Reina de las nieves, cosa que es totalmente incierta *¨* Así que me quedo con la versión del diccionario que es más bonita, aunque venga a significar maleducada :).
PD:
ironía.
Bueno pues he aquí la definición de cínico... como siempre pongo algunas otras entre paréntesis que son más comprensibles...
cínico, ca.
1. adj. Que muestra cinismo (‖ desvergüenza).
2. adj. Impúdico, procaz. ( Procaz: Desvergonzado, atrevido.)
3. 4. y 5. no nos interesan.
cinismo.
1. m. Desvergüenza en el mentir o en la defensa y práctica de acciones o doctrinas vituperables. (Vituperable: Deshonroso.)
2. m. Impudencia, obscenidad descarada.
Visto así, realmente soy en muchos casos cínica. Descarada, desvergonzada e impúdica son adjetivos aplicables a mi, porque no creo en los tabúes y, en ocasiones, digo lo que pienso. Y me encanta hablar de sexo XD o vestir de colorines.
Aunque yo siempre he asociado al cinismo un puntito amargo y casi irónico. Un ligero desencanto con el mundo que te rodea. Cosa que habitualmente no se corresponde conmigo, pero el que me conoce bien sabe que hay temas con los que estoy ligeramente desencantada. Y con esos temas a veces parezco fría y desencantada, hasta el punto que parece que no tenga corazón o que mi corazón sea como el de la Reina de las nieves, cosa que es totalmente incierta *¨* Así que me quedo con la versión del diccionario que es más bonita, aunque venga a significar maleducada :).
PD:
ironía.
1. f. Burla fina y disimulada.
2. f. Tono burlón con que se dice.
3. f. Figura retórica que consiste en dar a entender lo contrario de lo que se dice.
lunes, octubre 29, 2007
Cajón.
Guardaba en un cajón sueños rotos. Rara vez abría ese cajón. Pero esos sueños, ya hechos trizas, permanecían. No era consciente pero llevaba esa carga. Ese equipaje de vidas no conseguidas de objetivos no finalizados. Cuando se despertaba la sonrisa no lucía en su rostro. Sólo arrugas y obligaciones se reflejaban en él. Era triste ver como se consumía. Nadie conocía aquel cajón. Sólo veían como aquella pequeña criatura otrora feliz y radiante, se volvía oscura y retraída ante sus ojos.
¡Qué malo es tener sueño! ¡Qué malo es soñar con una vida mejor! Cuando no eres capaz de levantarte de la cama todos los días. Te autoinculpas, autodestruyéndote por dentro. Esa bestia inmunda se come todas tus esperanzas. Y tu sueños siguen guardados en un pqueño cajón que sólo tu sabes que existe.
Ya no es divertido bailar. Ni siquiera te entretienes cuando sonríes ante el mundo con una sonrisa falsa, tratando de hacerlos sentir mejor. Pero tú no te sientes mejor. Y te vas haciendo pequeño y triste y sigues recordando esos sueños guardados en un cajón. Aquellas vidas que ya no conseguirás, aquellas risas que no compartirás.
¡Qué malo es tener sueño! ¡Qué malo es soñar con una vida mejor! Cuando no eres capaz de levantarte de la cama todos los días. Te autoinculpas, autodestruyéndote por dentro. Esa bestia inmunda se come todas tus esperanzas. Y tu sueños siguen guardados en un pqueño cajón que sólo tu sabes que existe.
Ya no es divertido bailar. Ni siquiera te entretienes cuando sonríes ante el mundo con una sonrisa falsa, tratando de hacerlos sentir mejor. Pero tú no te sientes mejor. Y te vas haciendo pequeño y triste y sigues recordando esos sueños guardados en un cajón. Aquellas vidas que ya no conseguirás, aquellas risas que no compartirás.
sábado, octubre 27, 2007
Placer.
Hoy haciendo una tarta ha venido a mi mente otro de mis pensamientos perdidos... Y es que resulta que los sentidos que consideramos menos importantes son aquellos que nos proporcionan gran placer. No es realmente que sean menos importantes sino que los relegamos a tareas en las que no les prestamos atención. La cocina explora y explota estos sentidos. Mientras realizas la tarta todo es cuestión de tacto. La vista ayuda pero no juega un papel importante. Después los olores inundan tu pituitaria. Hacen que diferencies el estado de las cosas y sirve principalmente para avisarte de en que punto de cocción se encuentra el platillo que te hallas realizando. Por último, lo que hace el gordito del cuento, toca comérselo y en ese momento se funden texturas, olores y gusto en tu boca. La boca es un lugar de placer irreemplazable. La gula y la lujuria tienen su pequeño nido en este centro de placer corporal.
Así que la próxima vez que os encontréis en un momento placentero podéis pensar cual es el sentido implicado. Os aseguro que el tacto, el olfato y puede ser que el gusto estén implicados.
Así que la próxima vez que os encontréis en un momento placentero podéis pensar cual es el sentido implicado. Os aseguro que el tacto, el olfato y puede ser que el gusto estén implicados.
jueves, octubre 25, 2007
Sexo.
Rosa leía un libro. El fuego encendido encendía su rostro. Antonio entró por la puerta quedando estupefacto ante su imagen. Ella llevaba un camisón provocativo y las llamas del fuego hacían resplandecer su blanquecina piel. Rosa no se dio cuenta de que Antonio la miraba incrédulo de que aquella única imagen hubiese encendido toda su pasión. Rosa no se había percatado de su entorno y devoraba el libro con ansia. Como cuando se besa por primera vez después del deseo contenido. Como cuando se prueba el jamón serrano cuando se vuelve a España. Y él la deseaba así. Como si la noche anterior ella no se hubiese derretido entre sus dedos. Como si la hubiese descubierto virgen en un oasis de fuego. Rosa era como una diosa épica de un cuento romano o como una deidad de la naturaleza que se presentaba ante él esperando ser devorada y poseída por él. Un héroe que vuelve de la batalla necesita su recompensa. Ella era su recompensa. Ella había conseguido que algo se encendiera en su interior sin tocarlo, sin ser tocada, sin darse cuenta. De repente su pie se movió. Antonio se desplazaba rápidamente hacia ella. Ella por fin se percató de su presencia. Leyó el deseo en su cuerpo. Y su mente se relamió. Soltó el libro, apoyándolo en el suelo. Y sonrió para indicarle que había adivinado sus intenciones. Aunque esa sonrisa encerraba una actitud. Un pequeño reto. No le sería tan fácil. Tendría que ganarse los favores de la dama. Que lo esperaba en el sofá con un ligero camisón que acabaría en el suelo.
Él.
Ahora él se había ido. No podía creerlo. Se había negado a aceptarlo. Ella siempre había sido fuerte. Siempre, ante el mundo había aparentado ser de hielo. No importaba cuan dura fuese la decepción siempre parecía que hubiese ensayado la sonrisa por si pasaba. Pero ahora él no estaba. Él era su corazón. Él era quien siempre había cuidado de ella. Él siempre había sujetado su mano, incluso en los momentos en los que ella se había negado a quererlo. Pero ya no estaba. Y no volvería. Y tenía que aceptarlo. Lo había enterrado pero aún no podía creerlo. Aún no podía mirarse al espejo y verse sin que se reflejase su rostro en su mirada. Él ya no estaba. Ella creía estar preparada para todo. Ella intentaba seguir moviéndose en contra de lo que su cuerpo pedía, de lo que su mente anhelaba. Ella necesitaba un abrazo y había abrazos pero no el que ella necesitaba. No podía explicarlo, él era su hogar. Él era como volver a casa. Había intentado echarlo millones de veces, porque temía no poder vivir sin él. No ser lo bastante fuerte. Y ahora él no estaba. Habían conseguido lo que pocos consiguen. Habían conseguido seguir juntos y crecer juntos. Habían logrado amarse más allá de las pequeñas manías del otro. Ella sabía que se lo debía a él. Que de él era el mérito de su amor. Y no porque ella no le amase, sino porque ella era incapaz de reconocer que lo necesitaba. Porque ella era capaz de autodestruirse. Ella sabía que él la había amado por encima de él mismo. Él siempre actuaba como si tuviese miedo de perderla. Como si él supiese que era un ave salvaje a la que había encerrado en una gran jaula. Como si pensase que ella encontraría en algún momento la manera de escapar. Como si él siempre estuviese dispuesto a seguirla y a hacer su jaula junto a la de ella. Pero él nunca había pensado en qué haría el pajarito en la jaula sin que él estuviese ahí. Y ahora él no estaba.
No sabía por qué esa mañana era diferente. No entendía que le impedía moverse. Hasta ahora siempre que se había obligado había conseguido continuar moviéndose y había creído en la teoría del movimiento perpetuo. No llegaba a comprender como el olor de él la había despertado. Era un olor profundo. Ese olor que solo perciben los enamorados. Ese olor que le recordaba su adolescencia, su juventud, toda su vida. Ese olor que era su hogar, su mente, su corazón, su lugar en el mundo. Ese olor que la definía. Ese olor que la hacía completa. Pero él no estaba. No se había ido voluntariamente, no la había abandonado, aunque ella se sintiese así y lo culpase por no estar. Él sólo había muerto. Dejándola en un plano diferente. Dejándola como nunca había sabido estar. No sabía estar sola. Pero él nunca se había dado cuenta de eso. No sabía que hacer si no podía llamarle. Si no podía oirle decir que todo saldría bien. No podía salir de la cama. Y no es que no hubiese ofertas de diversión, sólo que sin él ella no sabía divertirse. No podía esbozar esas sonrisas por las que él contaba chistes. No sabía cuanta azúcar le hacía falta al café. No sabía acariciar si no estaba su torso desnudo a su lado. ¿Serían las sábanas que aún olían a él? Había oído la puerta. Sabía que alguien había entrado. Había apagado el teléfono. No había llorado. No sabía llorar sin él. No recordaba las palabras que en otros momentos habían hecho que su vida tuviese sentido. Alguien intentaba consolarla. Pero ella tenía la mirada perdida de algún lugar de la habitación. Todavía oía su respiración, podía escuchar su corazón latiendo si se concentraba. Pero no escuchaba a alguien que revoloteaba por su piso intentando sacarla de la cama.
No sabía por qué esa mañana era diferente. No entendía que le impedía moverse. Hasta ahora siempre que se había obligado había conseguido continuar moviéndose y había creído en la teoría del movimiento perpetuo. No llegaba a comprender como el olor de él la había despertado. Era un olor profundo. Ese olor que solo perciben los enamorados. Ese olor que le recordaba su adolescencia, su juventud, toda su vida. Ese olor que era su hogar, su mente, su corazón, su lugar en el mundo. Ese olor que la definía. Ese olor que la hacía completa. Pero él no estaba. No se había ido voluntariamente, no la había abandonado, aunque ella se sintiese así y lo culpase por no estar. Él sólo había muerto. Dejándola en un plano diferente. Dejándola como nunca había sabido estar. No sabía estar sola. Pero él nunca se había dado cuenta de eso. No sabía que hacer si no podía llamarle. Si no podía oirle decir que todo saldría bien. No podía salir de la cama. Y no es que no hubiese ofertas de diversión, sólo que sin él ella no sabía divertirse. No podía esbozar esas sonrisas por las que él contaba chistes. No sabía cuanta azúcar le hacía falta al café. No sabía acariciar si no estaba su torso desnudo a su lado. ¿Serían las sábanas que aún olían a él? Había oído la puerta. Sabía que alguien había entrado. Había apagado el teléfono. No había llorado. No sabía llorar sin él. No recordaba las palabras que en otros momentos habían hecho que su vida tuviese sentido. Alguien intentaba consolarla. Pero ella tenía la mirada perdida de algún lugar de la habitación. Todavía oía su respiración, podía escuchar su corazón latiendo si se concentraba. Pero no escuchaba a alguien que revoloteaba por su piso intentando sacarla de la cama.
Aprender.
- Las musas me han abandonado- dijo y no miró atrás. Tras tanto éxito ya no podía escribir. Ya no quería escribir. Ya no salían hermosas palabras de su pluma. Hacía ya tiempo que no era una pluma. - Las musas me han abandonado.- Sentenció. Y una sonrisa pícara asomó en sus labios.
Lucía que lo miraba atónita creyó intuir que él lo había deseado. Lucía tenía a Anna en su regazo. Anna no entendía muy bien la situación pero respondió con una carcajada. A los 13 meses no hay muchas maneras más de expresarte.
- Pero papá... - Respondió Lucía que no terminaba de entender a santo de que venía aquello.
- Que bonita que eres Anna, tú si que me entiendes- Dijo él. Parecía inmune a las quejas de Lucía.
Lucía no podía imaginárselo sin escribir. No podía imaginar que Sebastián no siguiese su ritual matutino. Hacía el café y proseguía su camino hacia aquel rincón en el que había pasado más de la mitad de su vida.
- ¡¡Papá!! Vuelve a la realidad. Tú eres incapaz de estar sin escribir más de 10 minutos. Es como el aire que respiras o las tartas para un niño.
- Pero que quieres que haga hija... las musas me han abandonado. Se han ido a conquistar cabezas más jóvenes con nuevos sueños.
- Pero y ¿qué pasa con tus sueños?- Respondió Lucía que no sabía que decir.
- Lo único que quiero hacer en este instante son llevarme a Anna al parque y disfrutar mientras crece.
- Muy bonito papá... pero tú vida es escribir...- Dijo Lucía con un poco de envidia por todo el tiempo en el que no la había visto crecer. A pesar de ello sonrió. Y era una sonrisa sincera y cariñosa, como la madre que entiende que su hijo servirá para complacer las frustraciones de alguien que se ha dado cuenta lo que ha perdido.
- Ahora mi vida es la pequeña marmotita que juguetea sobre tu regazo. ¿Verdad que sí? - Dijo mientras levantaba a Anna. Anna se rió. Lucía ya no pudo apartar su mirada de la extraña pareja. Ya no pudo replicar. Sabía que las musas volverían pero quizás su padre ya no las escuchase como hasta ahora. Ya no absorberían su mente.
Lucía que lo miraba atónita creyó intuir que él lo había deseado. Lucía tenía a Anna en su regazo. Anna no entendía muy bien la situación pero respondió con una carcajada. A los 13 meses no hay muchas maneras más de expresarte.
- Pero papá... - Respondió Lucía que no terminaba de entender a santo de que venía aquello.
- Que bonita que eres Anna, tú si que me entiendes- Dijo él. Parecía inmune a las quejas de Lucía.
Lucía no podía imaginárselo sin escribir. No podía imaginar que Sebastián no siguiese su ritual matutino. Hacía el café y proseguía su camino hacia aquel rincón en el que había pasado más de la mitad de su vida.
- ¡¡Papá!! Vuelve a la realidad. Tú eres incapaz de estar sin escribir más de 10 minutos. Es como el aire que respiras o las tartas para un niño.
- Pero que quieres que haga hija... las musas me han abandonado. Se han ido a conquistar cabezas más jóvenes con nuevos sueños.
- Pero y ¿qué pasa con tus sueños?- Respondió Lucía que no sabía que decir.
- Lo único que quiero hacer en este instante son llevarme a Anna al parque y disfrutar mientras crece.
- Muy bonito papá... pero tú vida es escribir...- Dijo Lucía con un poco de envidia por todo el tiempo en el que no la había visto crecer. A pesar de ello sonrió. Y era una sonrisa sincera y cariñosa, como la madre que entiende que su hijo servirá para complacer las frustraciones de alguien que se ha dado cuenta lo que ha perdido.
- Ahora mi vida es la pequeña marmotita que juguetea sobre tu regazo. ¿Verdad que sí? - Dijo mientras levantaba a Anna. Anna se rió. Lucía ya no pudo apartar su mirada de la extraña pareja. Ya no pudo replicar. Sabía que las musas volverían pero quizás su padre ya no las escuchase como hasta ahora. Ya no absorberían su mente.
miércoles, octubre 24, 2007
Cursillo de lengua...
Hoy, bueno ayer o el lunes, oí la palabra verborragia... me sonó extraña y creía que era una inventada de esas que a veces te encuentras por el mundo... pues nada más lejos de la realidad...
Pues a lo que ibamos, verborragia es verbosidad excesiva... y si buscas verbosidad es abundancia de palabras en la elocución. Por lo tanto verborragia es abundancia excesiva de palabras en la elocución. No sé me llama la atención que la abundancia sea excesiva. La abundancia siempre ha sido buena, siempre se pide abundancia. ¿Algo bueno puede ser excesivo? No lo tengo muy claro. Bueno pues esto ya es verborragia porque no estoy diciendo nada... Simplemente desvarío.
Pues a lo que ibamos, verborragia es verbosidad excesiva... y si buscas verbosidad es abundancia de palabras en la elocución. Por lo tanto verborragia es abundancia excesiva de palabras en la elocución. No sé me llama la atención que la abundancia sea excesiva. La abundancia siempre ha sido buena, siempre se pide abundancia. ¿Algo bueno puede ser excesivo? No lo tengo muy claro. Bueno pues esto ya es verborragia porque no estoy diciendo nada... Simplemente desvarío.
domingo, octubre 21, 2007
Silencio...
Odio el silencio. La falta de tristeza, la falta de llanto, la falta de vida. No soporto el silencio. Esa ira contenida que surge en mi interior. No aguanto el silencio, esos te quiero que se quedaron sin decir. Esos reproches que no surgieron por no ser el momento. Esa cortesía silenciosa que me obliga a callar cuando no quiero. Esas lágrimas que se niegan a recorrer mi rostro. Odio el silencio. No soporto que no estés a mi lado. No quiero aguantar tenerte a mi lado en este momento. Te llamo. Intento romper el silencio pero parece que las palabras no asoman por mi garganta. ¿Me oyes gritar? Me vuelve loca este silencio. Esta nada suspendida sobre mi. Esta frustración que viene de ningún lugar. Y sé que te quiero. ¿Te dije ya que odio este silencio? Este no poder llorar porque no puedo. Este no poder gritar porque no puedo. Este no saber porque hay vacío dentro de mi. Vacío, eco, silencio. Odio este silencio. ¿No me oyes? ¿No lo entiendes? Por favor, rompe esta nada en la que me ahogo. No sé como sobrevivir. No quiero este vacío, esta frustración, esta melancolía que me invade. Odio este silencio.
Odio el silencio. La falta de alegría, la falta de ruido, la falta de vida. No soporto el silencio. Me gusta la lluvia porque rompe el silencio. Cuando mi mente despierta relajada y oye su sonido, ese pequeño instante en el que sólo se oyen los sonidos de la casa, el viento azotando contra las ventanas. Después oigo tu aliento, acompasado, lento. Cierro mis ojos y vuelvo a dormir. Una sonrisa alumbra mi rostro. No hay pesadillas, no hay silencio. Sólo el suave murmullo de vida que nace de ti. Me relaja. Me tranquiliza. Me hace feliz.
Odio el silencio. La falta de alegría, la falta de ruido, la falta de vida. No soporto el silencio. Me gusta la lluvia porque rompe el silencio. Cuando mi mente despierta relajada y oye su sonido, ese pequeño instante en el que sólo se oyen los sonidos de la casa, el viento azotando contra las ventanas. Después oigo tu aliento, acompasado, lento. Cierro mis ojos y vuelvo a dormir. Una sonrisa alumbra mi rostro. No hay pesadillas, no hay silencio. Sólo el suave murmullo de vida que nace de ti. Me relaja. Me tranquiliza. Me hace feliz.
miércoles, octubre 10, 2007
I miss you.
¿Por qué I miss you expresa mejor lo que siento en este momento? Te echo de menos no tiene la misma carga no es tan de dentro, es más largo. No expresa la urgencia con la que mi cuerpo necesita al tuyo. No expresa que quiero oir tu corazón mientras me ttumbo en tu pecho. No expresa el abrazo que debería sentir ahora mi piel. No expresa para nada lo que en este momento echo de menos. I miss you es más poético, es más candente, es más vehemente y al momento lánguido y suave. I miss you te acaricia como un pañuelo de seda y penetra en tu alma dejando esa sensación melancólica de morriña. Ese tacto que sientes pero ya no está. Ese beso que se quedo colgado de tus labios pero desapareció horas atras. I miss you... I miss you. Porque no te echo de menos sino que I miss you. Necesito que ese beso sea ahora y no luego. Necesito sentir tu abrazo en mi cuerpo mientras me duermo. Necesito meterme debajo de la sábana y saber que estarás cuando despierte. Y ver tu sonrisa, esa sonrisa que I miss. Que perdí en un rincón pero aun recuerdo. Esa mirada aun latente en mi retina. Y no te echo de menos porque mis ojos todavía no lloran pero mi alma miss you. I miss you... I miss you... I miss you... I love you...
Psicología barata...
Acabo de ver un documental que intentaba explicar la creatividad. Si tenemos en cuenta que no estoy muy segura de que eso se pueda explicar si he visto ciertos patrones que ocurren en personas que conozco y me he visto identificada en cosas que se han dicho. Yo a veces tengo la compulsión de escribir. Esos pensamientos que yo llamo mis pensamientos perdidos normalmente son momentos en los que estoy haciendo algo y si no me reprimiese saldría corriendo a escribirlos en alguna parte para que no se me olvidasen. Siempre digo que no se me olvide que no se me olvide y a menudo se me olvida. A veces me obsesiono con esas cosas. Con cosas pequeñas como una chica pelirroja (de pelo naranja) vestida de naranja. Y después me obsesiono con conversaciones, situaciones o pequeños detalles a los que nadie dio importancia. Procuro y he aprendido a controlarlo. De pequeña me costaba muchísimo dormirme porque no podía parar de pensar en una conversación y darle vueltas en mi cabeza. Ahora me obligo a olvidarlo. Si ha sido algo traumático para mi lo puedo revivir años y sigo sintiendo la misma emoción. Es extraño. Además suelen ser sensaciones que me cabrean y gruño un poco. Por eso suelo decirles a los psicólogos que soy obsesiva pero nunca me creen. O emocionalmente inestable pero tampoco se lo creen.
También relacionaba la creatividad con las personas que no tienen bien configurados sus filtros de percepción. Que perciben de más y esto les bloquea. Eso me ha hecho acordarme de jPod, el libro de Douglas Coupland. En él se habla de pequeños autistas que son personas brillantes que tienen uno de sus filtros de percepción mal configurado y comportamientos que a nosotros nos parecen normales pueden llegar a bloquearlos. Yo conozco gente así. Y me divirtió leerlo. Se estresan por un abrazo, demasiada información a través del tacto, o incluso a través del oído o el olfato. Se caracterizan por ser seres especialmente irritables y bastante creativos, si descubren como sacarlo, sino se vuelven personas estresadas y tristes.
Si algún psicólogo quiere estudiarnos a mis amigos y a mi que lo diga... Yo los convenzo.
También relacionaba la creatividad con las personas que no tienen bien configurados sus filtros de percepción. Que perciben de más y esto les bloquea. Eso me ha hecho acordarme de jPod, el libro de Douglas Coupland. En él se habla de pequeños autistas que son personas brillantes que tienen uno de sus filtros de percepción mal configurado y comportamientos que a nosotros nos parecen normales pueden llegar a bloquearlos. Yo conozco gente así. Y me divirtió leerlo. Se estresan por un abrazo, demasiada información a través del tacto, o incluso a través del oído o el olfato. Se caracterizan por ser seres especialmente irritables y bastante creativos, si descubren como sacarlo, sino se vuelven personas estresadas y tristes.
Si algún psicólogo quiere estudiarnos a mis amigos y a mi que lo diga... Yo los convenzo.
martes, octubre 09, 2007
Cambios
Es muy extraño. Ahora resulta que me esta cambiando el color del pelo. No es que me disguste... nada más lejos de la realidad, sólo me parece extraño. De hecho está tomando un tono cobrizo bastante sexy y tiene más matices, cosa que le da vida. Pues resulta que yo era morena de pelo, y cada vez se me oscurecía más... Cosa bastante típica cuando uno se hace mayor. Pero ahora le ha dado por aclararse. Tanto que tengo un pelo de cada color, pero tienden al castaño claro y al rojizo. Es realmente extraño. ¿Será cosa de hormonas? ¿Será que mi cuerpo se aburre y decide cambiar? Quien sabe...
Además cada vez el color de los ojos se me hacía más claro, cosa que también sigue pasando. Así que si algún día me vuelvo pelirroja de ojos verdes no os extrañéis que parece que son cosas de crecer.
Lo único que se me oscurece es que cada año consigo un tonito más moreno. Algunas personas empiezan a notar la raya del biquini... Todo son ventajas :P
Además cada vez el color de los ojos se me hacía más claro, cosa que también sigue pasando. Así que si algún día me vuelvo pelirroja de ojos verdes no os extrañéis que parece que son cosas de crecer.
Lo único que se me oscurece es que cada año consigo un tonito más moreno. Algunas personas empiezan a notar la raya del biquini... Todo son ventajas :P
Manias
A zon le pone nervioso que yo cuando leo por internet subrayo el texto que estoy leyendo. No sé es una costumbre adquirida a la que yo no le daría mayor importancia si no le viese ponerse de los nervios cada vez que lo hago. No lo hago a propósito, es más bien algo inconsciente que me sirve de apoyo...
Yo tengo millones de manías pero a veces me divierte comprobar que no soy la única persona en el mundo a la que le ponen de los nervios pequeñas cosas que hacen los demás :)
Yo tengo millones de manías pero a veces me divierte comprobar que no soy la única persona en el mundo a la que le ponen de los nervios pequeñas cosas que hacen los demás :)
lunes, octubre 08, 2007
Anna
Anna estaba emocionada. Era su primer día. Ya había escogido el vestido que se iba a poner. Conocería mucha gente nueva. Se divertiría. Aprendería nuevas cosas. Estaba contenta y a la vez la inundaba ese temor que uno tiene a las nuevas experiencias. Todavía no se podía creer que por fin hubiese llegado. No podía estarse quieta. Su madre corría detrás de ella diciéndole lo que tenía que hacer. Anna se enfrentaba a su primer día de colegio y su madre todavía lo estaba asimilando. No podía ser que estuviese creciendo tan deprisa. Su madre tenía más miedo que ella, y no estaba contenta. Más bien tenía una nota de melancolía en la voz mientras le peinaba el pelo y le decía que a las 5 la iría a recoger.
Anna había escogido su vestidito naranja, a juego con su pelo. Era el vestido favorito de Anna. Anna no podía estarse quieta. Y comentaba en voz alta todo lo que se le pasaba por la cabeza.
-¿Y quién estará allí?... Mama, ¿tú estarás allí?... ¿Y me dejarán pintar?... ¿Y cómo se llama la profa?¿Cuántos niños habrá?... ¿y tú dónde vas a estar?... ¿A que es bonito mi vestido?... NO QUIERO GALLETAS... - Decía mientras su madre intentaba responderle y darle el desayuno para que no llegase tarde.
Anna había escogido su vestidito naranja, a juego con su pelo. Era el vestido favorito de Anna. Anna no podía estarse quieta. Y comentaba en voz alta todo lo que se le pasaba por la cabeza.
-¿Y quién estará allí?... Mama, ¿tú estarás allí?... ¿Y me dejarán pintar?... ¿Y cómo se llama la profa?¿Cuántos niños habrá?... ¿y tú dónde vas a estar?... ¿A que es bonito mi vestido?... NO QUIERO GALLETAS... - Decía mientras su madre intentaba responderle y darle el desayuno para que no llegase tarde.
domingo, septiembre 30, 2007
Besos.
Al hilo del post anterior, una cosa que lleva mucho tiempo dándome vueltas por la cabeza. Mi primera aproximación a los besos (los morreos y eso) fue gracias a un poema de Amado Nervo.
Yo ya me despedía.... y palpitante
cerca mi labio de tus labios rojos,
«Hasta mañana», susurraste;
yo te miré a los ojos un instante
y tú cerraste sin pensar los ojos
y te di el primer beso: alcé la frente
iluminado por mi dicha cierta.
Salí a la calle alborozadamente
mientras tu te asomabas a la puerta
mirándome encendida y sonriente.
Volví la cara en dulce arrobamiento,
y sin dejarte de mirar siquiera,
salté a un tranvía en raudo movimiento;
y me quedé mirándote un momento
y sonriendo con el alma entera,
y aún más te sonreí... Y en el tranvía
a un ansioso, sarcástico y curioso,
que nos miró a los dos con ironía,
le dije poniéndome dichoso:
-«Perdóneme, Señor esta alegría.»
A veces este poema asalta mi mente y se repite en ella millones de veces. Me parece sublime y sencillo.
Yo ya me despedía.... y palpitante
cerca mi labio de tus labios rojos,
«Hasta mañana», susurraste;
yo te miré a los ojos un instante
y tú cerraste sin pensar los ojos
y te di el primer beso: alcé la frente
iluminado por mi dicha cierta.
Salí a la calle alborozadamente
mientras tu te asomabas a la puerta
mirándome encendida y sonriente.
Volví la cara en dulce arrobamiento,
y sin dejarte de mirar siquiera,
salté a un tranvía en raudo movimiento;
y me quedé mirándote un momento
y sonriendo con el alma entera,
y aún más te sonreí... Y en el tranvía
a un ansioso, sarcástico y curioso,
que nos miró a los dos con ironía,
le dije poniéndome dichoso:
-«Perdóneme, Señor esta alegría.»
A veces este poema asalta mi mente y se repite en ella millones de veces. Me parece sublime y sencillo.
Tristeza.
Para mi la imagen de la tristeza siempre ha sido algo más melancólico, una tarde gris con lluvia cayendo en la calle y alguien que lo mira desde una ventana porque no puede salir. Y el sonido siempre fue la canción de Cómplices de "Hoy necesito". Era como si alguien pudiese salvarme de mi soledad. Y aunque a veces, cuando me siento así todavía siguen siendo esos mis referentes de melancolía o soledad, ya no lo son de tristeza.
Todo eso cambió. Fue cuando vi la escena de Anatomía de Grey de Izzie en el suelo del baño sin poder levantarse. Si a esta escena le añadimos la canción de Snow Patrol que cerraba la temporada anterior, podéis haceros una idea de que pienso cuando estoy triste o de como me siento. Me siento exactamente así. Aunque no me dejo tirarme en el suelo del baño, porque sino tengo miedo de no volver a levantarme, lo que me apetece hacer es eso. Es lo que tiene ser emocionalmente inestable. Lo bueno de saberlo es que no dejas que eso llegue más allá. Y lo mejor, la capacidad esa se la tengo que agradecer a mi madre que es una grandísima educadora. Mi hermano y yo no somos gente fácil y ha conseguido hacer de nosotros gente de provecho.
Para finalizar este post esa es la magia de los libros, las películas, los relatos... toda la cultura que nos envuelve hace que nos veamos reflejada en ella. Esas son las cosas que necesitamos para no sentirnos solos, saber que alguien más se ha sentido alguna vez exactamente igual que tú. Y eso se consigue a través de la comunicación. Lo gracioso de todo esto es que al final, a veces las ideas que tu tienes sobre algo son imágenes de otro que se han grabado en tu cabeza.
Todo eso cambió. Fue cuando vi la escena de Anatomía de Grey de Izzie en el suelo del baño sin poder levantarse. Si a esta escena le añadimos la canción de Snow Patrol que cerraba la temporada anterior, podéis haceros una idea de que pienso cuando estoy triste o de como me siento. Me siento exactamente así. Aunque no me dejo tirarme en el suelo del baño, porque sino tengo miedo de no volver a levantarme, lo que me apetece hacer es eso. Es lo que tiene ser emocionalmente inestable. Lo bueno de saberlo es que no dejas que eso llegue más allá. Y lo mejor, la capacidad esa se la tengo que agradecer a mi madre que es una grandísima educadora. Mi hermano y yo no somos gente fácil y ha conseguido hacer de nosotros gente de provecho.
Para finalizar este post esa es la magia de los libros, las películas, los relatos... toda la cultura que nos envuelve hace que nos veamos reflejada en ella. Esas son las cosas que necesitamos para no sentirnos solos, saber que alguien más se ha sentido alguna vez exactamente igual que tú. Y eso se consigue a través de la comunicación. Lo gracioso de todo esto es que al final, a veces las ideas que tu tienes sobre algo son imágenes de otro que se han grabado en tu cabeza.
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